Amapolamen

Elena Román

Prehistoria después

Después de pasar el día recorriendo la piedra y el agua, la infancia y su espasmo… después de cerrar tu bar, o mi bar, en realidad cualquier bar… te mostré el lugar desde el que estábamos tan lejos que nos volvíamos pequeños e invisibles. Espero que no hubieras intentado enseñárselo a nadie porque desapareció (y sé cómo). Estoy muy mal –dijiste, y yo no contesté, pendiente de cazar la prehistoria al vuelo. Me despedí de ti sin palabras, tocándome el corazón como señal del resurgimiento de una ciudad. Al día siguiente te levantaste con la nuca en ruinas. No eras tú, o también lo eras.

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Los viajes en animales fantásticos

Una mujer que te amó me contó que no existías por las mañanas. Que a primera hora no eras voz, aseo, tostadas. Que eras fregadero abarrotado al mediodía. Un día que volviste al lugar al que pertenecíamos esa mujer y yo, te impresionó cómo se me movía el pelo. Era como si un ventilador invisible se hubiera instalado en la parte alta de mi sombra por un instante antes de dirigirse hacia otras periferias difíciles. Por entonces no sabíamos lo que nos aguardaba, hablamos del cinco. Al día siguiente viajé en un reptil que me retuvo entre sus vísceras nupciales mientras las montañas cambiaban su actitud. Voy en pájaro hacia ti, no cierres la ventana. Quiero bailar con tu caos hasta desaprender las leyes de la aerodinámica.

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Suspendida en jardín

Suspendida en jardín por no contener demasiadas flores y, en contraposición, sobrarme óxido. Aprobada en columpios y agujetas. Sigue todo recto y llegarás a donde quieras –me dijeron. Pero preferí los desvíos porque en ellos da la sombra y el carácter.

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Holograma de un holograma

Porque cada mañana pienso que podría regresar para verte, cada noche cierro mi habitación y abro el aeropuerto. Qué irrefrenable este deseo de adueñarme de lo redondo y envolverlo en lo cuadrado, ¿no? Quise enfrentarme a otra historia y no a esta, y me puse a llorar como si fuera el holograma de una lluvia persistente y caudalosa en un extremo tan extremo de mí que era yo lloviendo. O como si fuera el holograma de una lectora persistente y sabedora de que ciertos párrafos diseñaban un boomerang principiante e infatigable dirigiéndose hacia atrás, más hacia atrás… hacia nunca.

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Si la lluvia nos moja

Íbamos a salir, pero llueve. Íbamos a ir al campo, a la playa, a Marte. Íbamos a divagar por las baldosas recién puestas, a teatralizar las sombras de los claveles blancos, a respirar de perfil… pero llueve. No debemos asomarnos a la ventana (nos quedaríamos ciegos). Tú el viernes te llamas Viernes y, como todas las semanas celebras tu santo, nadie te hace caso excepto yo, y por eso llueve. No sabemos conducir un paraguas, seguro que nos chocamos contra los demás. No sabemos dar los buenos días bajo el paraguas (no sabemos ser tan hipócritas). Y si no sabemos conducir un paraguas a estas alturas, con dos días de edad que hemos cumplido hace seis meses, no vamos a aprender ya. Dos días de edad, todos los viernes desde el inicio del mundo es tu santo, hoy no es marzo ni abril y tampoco iremos a Marte, llámame bien. Si la lluvia nos moja la vida nos irá regular, ¿verdad? Si la lluvia nos moja nos podríamos volver verdes o galerías o derivas precintadas. ¿Por qué has tocado el cristal, lleno de vaho como estaba? ¿Te has acercado a la ventana y sigues viendo? Ahora, tras la silueta de tu visión, se intuye una parte de la arboleda: maldita sea, no se ha ido. Maldita sea, la arboleda sigue ahí, ¿entiendes lo que significa eso, maldita sea? Que llueve.

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El amor es un perímetro

El amor es una casa para diez donde viven dos. Debajo de la ciénaga se agota el amor. El amor es un búnker cálido que vibra cuando la tierra vibra. En el amor hay goteras desde el principio que al principio no afectan. Debajo de la ciénaga hay un viejo galgo que entra vivo y sale casi muriéndose a ciertas horas del día que, en la ciénaga, son pegajosas. Te esperé en la ciénaga porque no aguantaba más en esa galería subterránea para seis en la que solo estaba yo y la tierra temblaba como si me masticara. Creí que podría salir sin problema de la ciénaga, así como salí sin problema del amor, que es la tumba para una en la que yo era dos veces a medias. Pero me escurría y la densidad me arrastraba hacia el fondo y el único que pasaba por ahí, casi muerto, era un galgo hambriento y listo que sabía que solo tenía que esperar un poco para solucionar su único problema. Y yo, que por una vez soy más lista que alguien y mi hambre en realidad es sed, me bebo la ciénaga y no salgo de ella porque en la continua oscilación de la tierra, me sigue palpitando el corazón en dirección a la máquina que mueve el mundo. Porque es lo imposible lo que me enamora.

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AMAPOLAMEN

Hay alegrías devastadoras y tristezas eufóricas con las que no sabemos qué hacer. No hay baúles escondidos donde encontrar palabras para definir ese estado mental que, jugando a no existir, existe más que nunca. Porque encuentra en la reinvención del lenguaje, en la magia de los hechos imposibles, el encaje perfecto. Elena Román desenfunda en Amapolamen pequeñas historias que a veces son una sola y en ocasiones son multitud. Atraviesa con naturalidad la distancia imposible entre su mágica concepción del mundo y un sentimiento cotidiano que mira de frente al caos. “No creo que amanezca hasta dentro de un año. Tenemos noches que se nos echan encima como múltiples trastornos hacia abajo”, lamenta o celebra la autora mientras sus cinco sentidos se restriegan por los recuerdos de algo que dolió lo suficiente para que alimentara esta prosa poética: el simbolismo infinito de una poeta que reconstruye los esquemas de su intimidad para saltar al vacío colgada de sí misma.

ELENA ROMÁN

Elena Román nació en Córdoba en 1970. En 2006 se trasladó a Toledo y, aunque regresó siete años después a Córdoba, desde entonces alterna ambas ciudades. Ha publicado veinte libros de poesía y narrativa, siendo los últimos Álbum de fotos (II Premio de poesía Memorial Ana de Valle, 2022), Nuevo mapamundi incorrecto (XXII Premio Luis Feria, 2021) y Novedades: ayer – Posible antología 2008-2019 (Liliputienses, 2020). Ha sido premiada en numerosas ocasiones en los géneros de poesía, relato, cuento infantil y novela corta, habiendo ganado, entre otros, el Certamen Internacional Barcarola y el Premio Internacional Blas de Otero–Villa de Bilbao, ambos de poesía. Ha colaborado con diarios, revistas y antologías literarias, ha prologado a otros autores, escribe reseñas para El coloquio de los perros, y ha sido traducida al inglés, francés, rumano y árabe. Trabaja en gestión cultural y otros imposibles. En marzo de 2023 hemos publicado Amapolamen, su último libro, con el que regresa a la prosa poética.

PortadaAmapolamenElenaRomán

Amapolamen

Elena Román

ISBN: 978-84-125839-2-2

74 páginas

12 €

 Disponible

© Elena Román
© Gato Encerrado 2023