CUANDO SOMOS,
somos grieta,
oscuridad alfilereada.
Llegamos a casa
con esta costra de horario e hipoteca
adherida a los pulmones,
con los hombros extenuados
y el ánimo sediento.
Construir, ahí, el abrazo
supone remontar
cascada, pronunciar
susurros con la garganta polvorienta.
Desencartonamos, entonces, los labios,
nos sacudimos el óxido
de la conciencia del robo,
nos limpiamos la frente de órdenes,
recolocamos, unos junto a otros,
los zapatos, proclamamos
la primavera entre el hielo
y preparamos su amanecer.
Como la irrefrenable irrupción de las estrellas,
interrumpimos la noche
y somos,
somos,
somos.
Alberto García-Teresa
Cuando dejamos atrás lo posible
Baile del Sol