«Pájaros (nocturno)», de Vicente Gaos

Como aves espectrales se abalanzan
mis inquietudes en bandada y vienen
a hostigarme en la noche, en la honda noche.
¿Qué puedo hacer yo, solo e indefenso,
para librarme de sus corvos picos,
de sus buidas garras, de sus ojos
que implacables reflejan lo más negro
de la vida y la muerte? ¿De sus alas
raudas, pero tenaces, pegajosas,
que me azotan el rostro y huyen, vuelven
y huyen de nuevo, helándome la piel?
Dormir, dormir, dormir, cerrar los párpados,
arrebujarme y acogerme al lecho
de blanda soledad. Pedir –¿a quién?–
que el vuelo de esas aves, que su ronda
no traspase los límites del sueño,
no me persiga más allá, no cruce
de par en par la noche, la ancha noche,
la alta noche; que cese ya ese ataque
de picos, garras, alas, ojos que
implacables reflejan lo más negro
de la vida y la muerte, penetrando
hasta las lindes del sufrir del hombre.

Dormir, dormir, dormir, dormir sin sueños,
sin pesadillas, sin pavor –frontera
a ese terror en pie de nuestra vida.
Acogerme a la almohada, hundir en ella
el rostro, y con los párpados cerrados,
solo y tendido anticipar la noche
grande, la noche última, la noche
a la que nunca llegarán las aves
que ahora me cercan en su insomne ronda.

Venga esa noche a mí, cese el acoso
de oscuras inquietudes. Que  la vida
cese ya. No más sueños. Que la nada
–sin pájaros, sin sombras, sin terrores–
me acoja blanda. Y cese yo al fin de
ser hombre: soledad de soledades.

 

Vicente Gaos
Concierto en mí y en vosotros