«9», de Rufa Sánchez-Uría

Se queda a veces Madrid casi desierto
a favor de un descosido
de pascuas podridas en el calendario
casi vacío de sus habitantes automóviles
que se han ido hacia la playa o la montaña
a destriparse por las vías de Dios
y entonces aparecen las calles anchas
adoquines y bordillos de aceras al aire
que casi huele a aire y un silencio
desconocido apenas de tarde en tarde roto
por vocecitas claxoneantes de los pocos
que circulan lejos y tan mansos que casi
los oye una como a un hato de cabras
desperdigado con sus esquilas indolentes
y se queda una acaso parada en una esquina
y vislumbra con pasmo como por mágico catalejo
lo que era lo que sería una ciudad de gente
y respira un momento como el que despierta
de la angustia de una pesadilla y encuentra
que estaba vivo todavía
pero de qué poco le vale porque están trazadas
con rayas de cal muerta en el negro asfalto
los huecos que ya esperan el retorno
de sus legítimos ocupantes y los semáforos
parpadean de verde a rojo en un anhelo
de volver pronto a destellar a tope
en el juego de ordenación de la riada
del tráfico normal y es al fin lo mismo
que cuando por caso retozaba ella conmigo
en un remanso de olvido del mundo entero
y en medio de ello me envenenaba el corazón
la amenaza de que muy pronto volvería
a apoderarse de ella su futuro
y se iría a hacer su vida la vida suya
y a dejarme más sola que un difunto
en su sepulcro cuando los familiares
se han ido todos ya enjugándose los ojos
a buscar su cochecito y al negocio
de la salvación de su alma cada uno.


Rufa Sánchez-Uría
Safo en Madrid
Editorial Lucina

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