Yo no pasé de simple barco o pajarita
entre aquellas manos que una y otra vez
me doblaban sobre mí misma.
A ratos amagué avión de papel,
trazando en mi caída una lacia parábola,
con la mansedumbre de lo triste,
pobre de acrobacia.
Cada pliegue se quejaba
en su doblez equilátera,
en el surco repetido que trazaba
aquella uña sucia.
Pero gracias a ese dolor
la fibra de celulosa es flexible.
Por eso hoy los dedos largos de tus manos
pliegan con delicadeza geométrica
el papel sobre el papel.
Para que yo pueda ser a tu lado
dragón o libélula.
Maribel Tena García
Como suceden los árboles
La Penúltima Editorial