Se agotaron las lágrimas,
y los prestamistas, los que conocen el valor de las lágrimas, no daban abasto.
A veces se hizo necesario compartirlas como se comparten el pan y la tristeza.
Y en los desagües, el dolor se atascó de pronto.
Rafael Pérez Estrada
El grito & Diario de un tiempo difícil
Miguel Gómez Ediciones