A sesenta metros de profundidad
el frágil hilo que te guía se disuelve,
desaparece, por más que lo sientan tus manos.
Las criaturas que se te aparecen entonces
es probable que pertenezcan
a las más abismales simas
de tus deseos o pesadillas.
No las toques,
o puede que nunca regreses del laberinto.
Ángel Manuel Gómez Espada
Ventana de emergencias
Huerga y Fierro