Ya nadie quiere sufrir.
Ni por el orgullo de la caída,
ni por el sexo. Ni por un simple
dolor de garganta.
Yo aún no estoy curado.
Llevo
toda una vida
escupiendo versos en los bares sin
tener la disciplina suficiente
para sentarme a escribir.
Este es el final del día.
Después de expulsar toda mi vergüenza,
cabalgando por Madrid
deseando la “no muerte”,
descanso en mi sofá de pensar,
recordando esta noche
de cumpleaños XXL. Que aterriza,
cada vez más deprisa,
y doblemente maldita.
José Gonzalo
Mi primer enfado
Amargord Ediciones