«Sopa quemada», de Elena Román

Espero en la orilla las olas más grandes,
olas que no vienen desde atrás hacia adelante
sino de izquierda a derecha
y que no se producen al fondo
sino en la misma orilla,
donde me tumbo para ser el relleno del agua.
A continuación llevo ropa de abrigo
y estoy en un edificio
atendiendo la llamada de mi antiguo jefe,
quien me recrimina que se me haya quemado la sopa.
Yo nunca hago sopa –miento.
¿Se puede quemar la sopa? –me cuestiono.
Me pide disculpas por el despiste
y de paso me pregunta cómo me va la vida
y si quiero volver a trabajar con él:
no le importaría echar a su secretaria
y contratarme de nuevo a mí,
lo haría por el bien de la literatura.
Le respondo que no
aunque me tienta la oferta
porque estaría cerca de Madrid
y aprendería de los trenes
lo que me falta por aprender.
Una mujer sale de un portal y se tira al suelo
con el rostro incendiado
y escucho sus gritos, sus gritos, sus gritos,
en vez de los míos, los míos, los míos.

 

Elena Román
¿Qué hacer con Freud además de matar a Freud?
Ediciones Liliputienses

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