Y llegó la tormenta y apagó la tele.
Ella sola decidió que el madridbarça
era en sus manos un juego para niños.
Nos brindó su espectáculo
de luces y sonido: un show
de vanidad herida hecho
para impresionar.
Vaya si lo hizo. No solo
olvidamos a Messi: olvidamos
hasta nuestros nombres.
Maradona bendiga a todas las tormentas
porque nos apartan de nuestros vicios:
el deseo, el poder, la identidad.
Ana Pérez Cañamares
Las sumas y los restos
Ya lo dijo Casimiro Parker