«Las ciudades», de Karmelo C. Iribarren

Me gustan las ciudades, sus plazas,
sus calles, sus esquinas,
sentarme en la terraza de un bar
con un café delante
y dejar que pase el tiempo,
sin hacer nada, sin prisa,
observando esto y aquello,
y luego ir a alguna librería y revolver
un poco los estantes,
y si hay río cruzar el puente
y repetir la misma operación al otro lado.
Me gusta estar solo entre la gente,
no ser nadie, no tener que ir a ningún sitio
pero poder ir a todos.
Me gusta la primera vez que me asomo
al espejo del baño del hotel,
ese momento de suspense,
recién llegado, cuando
no sabes si va a aparecer tu rostro
o el del último huésped, atrapado aún
en la memoria del azogue.
Me gustan los parques y los ríos
urbanos, pasear por ellos, a su lado,
especialmente en otoño.
Me gustan las ciudades, sí: andar,
mirar, vivir, enamorarme
de esa mujer del vestido rojo…

          Karmelo C. Iribarren
          Las luces interiores
          Renacimiento

«Pobres diablos», de Karmelo C. Iribarren

Aunque nos cueste admitirlo
cómo nos alegra
comprobar
que aquel viejo colega
−al que no habíamos visto
desde vete a saber cuándo−
tampoco ha llegado
a ningún sitio,

que en el fondo no es más
que un pobre diablo,
como nosotros,

y que el cabrón de él
se alegra de lo mismo.

Karmelo C. Iribarren
La frontera y otros poemas
Renacimiento

«Esos días», de Karmelo C. Iribarren

Hay días
en los que levantarse de la cama
suele terminar siendo
más que un acto rutinario
un gesto épico.

Y no me refiero ahora a las resacas
ni a que caigan
chuzos de punta ahí fuera
ni a que hayas roto con ella.

Me refiero
a cuando te quieren y hace sol
y no te duele nada,
a cuando tienes el mundo
rendido a tus pies

y no te basta.

Karmelo C. Iribarren
Mientras me alejo
Editorial Visor

«Vencido», de Karmelo C. Iribarren

Vencido, una vez más. Por el amor,

el odio o por la vida,

que no hace concesiones

ni da treguas. Aquí,

en la esquina de un  siglo

tan inútil como lo fueron

todos. Y también

tan sanguinario. Fumando

un cigarrillo. Indiferente. Viendo

cómo la gente se destroza,

y sin sentir nada especial.

 

Karmelo C. Iribarren
La condición urbana
Renacimiento

«A vivir», de Karmelo C. Iribarren

Después de hacer balance,

tras considerar

la situación de arriba abajo,

en frío,

he decidido

no volarme hoy tampoco

la tapa de los sesos.

 

Nunca se sabe, con la vida,

me he dicho.

Y además,

qué carajo: ya que me trata

peor que a un perro,

que se tome ella

la molestia de matarme.

 

Karmelo C. Iribarren
Desde el fondo de la barra
Ed. Línea de Fuego