«Hijos de la época», de Wislawa Szymborska

Somos hijos de la época,
la época es política.

Todos tus, nuestros, vuestros
asuntos diarios, asuntos nocturnos
son asuntos políticos.

Quieras o no lo quieras,
tus genes tienen un futuro político,
tu piel tiene una tonalidad política,
tus ojos un aspecto político.

Lo que dices, resuena,
lo que callas, tiene un sentido
de todas las formas, político.

Hasta yendo por la selva, por el bosque,
estás dando pasos políticos
con fundamentos políticos.

Los poemas apolíticos también son políticos,
y en lo alto brilla la luna,
un objeto ya no lunático.
Ser o no ser, he aquí la cuestión.
Qué, pregunta, dime, cariño.
Una pregunta política.

No hace falta que seas un ser humano,
para cobrar importancia política.
Basta con que seas petróleo,
pienso o materia reciclada.

O una mesa de debate, cuya forma
fue discutida durante meses:
¿en qué mesa pactar sobre la vida y la muerte?,
¿redonda o cuadrada?

Mientras tanto la gente se moría,
morían los animales,
ardían las casas
y los campos de cultivo se perdían
como en las épocas pretéritas
y menos políticas.



Wislawa Szymborska
Gente sobre el puente

«El valor del agua», de Félix Chacón

Todo lo que no tuve
me enseñó a valorar
el aire que respiro
los lujos cotidianos
y este tiempo que dejo
fluir hacia la nada

Solo el que tuvo sed
sabe el valor del agua


Félix Chacón
Los días perplejos
Editorial Gato Encerrado

«Te quiero», de Luis Cernuda

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela en un fondo de sombra;
Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
Más allá de la vida,
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Quiero decírtelo con el olvido.


Luis Cernuda
Los placeres prohibidos

«El aroma del barro», de Antonio Orihuela

En el museo arqueológico, 
con mi iPhone 5.2
fotografío una tablilla sumeria.
Dentro de dos años y medio
estará obsoleto. En veinticinco
todos sus contenidos serán irrecuperables
y su memoria se borrará.
Miro la tablilla de barro
con sus hermosos caracteres cuneiformes,
dentro de otros tres mil quinientos años
seguirá, por encima de lo efímero y lo mortal,
guardando la eternidad.


Antonio Orihuela
Sin fin - Antología personal 1993-2023
Editorial Gato Encerrado

«Verano cruel», de Karmelo C. Iribarren

Y cómo puede ser
–me digo, viendo pasar la vida
hacia la playa–
que, pese
a las devastaciones inclementes
que el tiempo
nos inflige,
no se amortigüe
un ápice siquiera, no nos dé tregua
un segundo,
este incesante
soñar con lo imposible.


Karmelo C. Iribarren
La piel de la vida
Baile del Sol

«Cruzando el agua», de Sofía Morante Thomas

Me ahogaré en una pequeña playa conocida 
en una orilla que ya haya visitado previamente
Quiero sentirme en casa
saber que reconozco el lugar la arenilla
y el vaivén de las olas.

Me resulta irrelevante la costa
si es la Costa Brava la Balear o la Costa de la Luz
El agua hace su función en cualquiera de ellas
solo con diferentes ritmos.

Me importan más las bahías
no quiero un oleaje agitado
no quiero correr peligro
no otra tormenta
no otra destrucción inminente.

Quiero sentir la brisa mientras mis pies se dirigen
hacia el horizonte
Quiero que caiga el sol sobre mis hombros
Sentirme pesada
muy pesada
más pesada todavía.

Que el atardecer se desplome
cuidadosamente
sobre mis párpados cerrados
Que la sal acaricie mis pestañas perladas
cubiertas de lágrimas gotas de agua
Ahogarme sitibunda en el mar de los silencios
inundar definitivamente mi verborrea.

No quiero tener escapatoria
Quiero irme desaprendida
niña frágil especial y estúpida
casi siempre tuya.

Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«La dimensión», de Sofía Morante

de lavarse la cara frente al espejo
del incesante llanto frente al espejo
de retratarse frente al espejo
del rostro de hija muerta frente al espejo
de perder para siempre frente al espejo

Dime
¿es posible sentir rencor
hacia una misma?

Te invito a repartirnos
mi caso de emergencia

Dime la dimensión.

Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«Postulan los ideólogos…», de Jorge Riechmann

Postulan los ideólogos
de la clase dominante
que nada sucede ya como acontecimiento
sino como mera sucesión
de hechos sin significado

Wrongo mira en derredor
se tienta las menguadas carnes
no da crédito a lo que está oyendo

¿Acaso dar sentido a lo ocurrido
y lo no ocurrido
no es un trabajo de todos entre todos
igual ahora que hace diez mil años?

¿No podemos hallar sentido
porque en las nuevas circunstancias
nuestra vida carece de él

o más bien las nuevas circunstancias
son el pretexto para apearse
del trabajo sisífico de dar significado
a lo que nunca tuvo ningún sentido intrínseco
ni garantizado metafísicamente?

Jorge Riechmann
W – Rengo Wrongo seguido de Historias del señor W.
Editorial Gato Encerrado

«La melodía nupcial», de Sofía Morante Thomas

Tú y yo íbamos a ser
aquí y ahora
no en otro lugar
ni en otro tiempo
ni en otro mundo.

Teníamos que ser
aquí y ahora.

No fuimos
ni seremos
no estaremos más
aquí y ahora.


Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«¿Para quién escribo?», de Vicente Aleixandre

¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote enfadado, ni siquiera para su alzado índice admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora (entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre por la calle como si fuera a abrir las puertas de la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma, le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi aventura, viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida, paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando preguntó y no le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin oírme, está mi palabra.


Vicente Aleixandre
En un vasto dominio
Alianza