«Desciendo hasta tu cuerpo y me oscurezco», de María Ángeles Pérez López

Desciendo hasta tu cuerpo y me oscurezco. Me pierdo en tu penumbra, en la apretada maraña de tu boca.
Han desaparecido las huellas de enfermeras y de antílopes, de pasajeros sombríos en el atardecer del metro. Los flamboyanes son promesas rojizas que nada quieren saber de la ciudad. Gotea, sobre los túneles también sombríos, la perlada e infame desmesura del sudor. La grasa de los motores recalienta la tarde hasta asfixiarla.
Entonces, agotado ya el día, entro en ti como en una cueva fresca y sibilante. Atrás quedan las horas insulsas, los platos de comida precocinada que se adhieren al plástico, los teléfonos que suenan sin que nadie conteste. Atrás queda, al fin, la expoliación carnal de las mañanas, fibra en la que los músculos se tensan hasta abrirse en puntitos de sangre que no se ha dejado domesticar por completo.
Cuando entro en ti, todo se borra: palabras que aprieto contra el paladar hasta volverlas de agua; archivos de memoria que no encuentro; proteína que pierde su estructura en la embriaguez extrema del calor.
Cuando entro en ti, la noche me posee.
El cuerpo pertenece a su placer.

María Ángeles Pérez López
Incendio mineral
Vaso Roto Ediciones

«Certificado de defunción», de Sofía Morante Thomas

Cuando una se encuentra cara a cara con la muerte prematura
su día a día consiste en maquinar cómo morir antes de que esta llegue
es decir
Cómo morir primero
cómo jugársela a la dama de negro
cómo reírse la última.

Una entonces comienza a coquetear con la muerte
y cruza sin mirar
y bebe demasiado
y se deja azotar
y se imagina un traspié en un barranco
y se fuma un día porque sí porque puede porque ya se va porque ya está porque se va a morir
porque está casi muerta porque ya le da igual porque ya no le importa
un paquete entero de
tabaco.

Al día siguiente irritada por su maloliente pelo
su boca reseca y la madera del suelo de su casa triste
se arrepiente y decide Vivir.

Una entonces comienza a volverse sana
y llena la nevera de productos ecológicos
y pasea más de dos horas por el parque
y saluda a los niños a las niñas a los animales
y respira la brisa del aire puro del río
y llega a casa
y se embadurna de crema hidratante
antes de meter su redimido cuerpo en su cama
antes solo antes de abrir un libro.

Una entonces horizontalmente orgullosa libro abierto en mano
escucha las melifluas conversaciones nocturnas
que se avivan bajo su balcón
y en su voz se produce un carraspeo
sus pulmones no la aguantan
su tristeza de hielo la consume
se siente extremadamente excitada
a la par que cansada le cuesta respirar
se espera otra noche de insomnio prolongado.

Revolver el infierno para después retornar a la vida
es más complicado de lo que le habían contado.

Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«Hijos de la época», de Wislawa Szymborska

Somos hijos de la época,
la época es política.

Todos tus, nuestros, vuestros
asuntos diarios, asuntos nocturnos
son asuntos políticos.

Quieras o no lo quieras,
tus genes tienen un futuro político,
tu piel tiene una tonalidad política,
tus ojos un aspecto político.

Lo que dices, resuena,
lo que callas, tiene un sentido
de todas las formas, político.

Hasta yendo por la selva, por el bosque,
estás dando pasos políticos
con fundamentos políticos.

Los poemas apolíticos también son políticos,
y en lo alto brilla la luna,
un objeto ya no lunático.
Ser o no ser, he aquí la cuestión.
Qué, pregunta, dime, cariño.
Una pregunta política.

No hace falta que seas un ser humano,
para cobrar importancia política.
Basta con que seas petróleo,
pienso o materia reciclada.

O una mesa de debate, cuya forma
fue discutida durante meses:
¿en qué mesa pactar sobre la vida y la muerte?,
¿redonda o cuadrada?

Mientras tanto la gente se moría,
morían los animales,
ardían las casas
y los campos de cultivo se perdían
como en las épocas pretéritas
y menos políticas.



Wislawa Szymborska
Gente sobre el puente

«El valor del agua», de Félix Chacón

Todo lo que no tuve
me enseñó a valorar
el aire que respiro
los lujos cotidianos
y este tiempo que dejo
fluir hacia la nada

Solo el que tuvo sed
sabe el valor del agua


Félix Chacón
Los días perplejos
Editorial Gato Encerrado

«Te quiero», de Luis Cernuda

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela en un fondo de sombra;
Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
Más allá de la vida,
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Quiero decírtelo con el olvido.


Luis Cernuda
Los placeres prohibidos

«El aroma del barro», de Antonio Orihuela

En el museo arqueológico, 
con mi iPhone 5.2
fotografío una tablilla sumeria.
Dentro de dos años y medio
estará obsoleto. En veinticinco
todos sus contenidos serán irrecuperables
y su memoria se borrará.
Miro la tablilla de barro
con sus hermosos caracteres cuneiformes,
dentro de otros tres mil quinientos años
seguirá, por encima de lo efímero y lo mortal,
guardando la eternidad.


Antonio Orihuela
Sin fin - Antología personal 1993-2023
Editorial Gato Encerrado

«Verano cruel», de Karmelo C. Iribarren

Y cómo puede ser
–me digo, viendo pasar la vida
hacia la playa–
que, pese
a las devastaciones inclementes
que el tiempo
nos inflige,
no se amortigüe
un ápice siquiera, no nos dé tregua
un segundo,
este incesante
soñar con lo imposible.


Karmelo C. Iribarren
La piel de la vida
Baile del Sol

«Cruzando el agua», de Sofía Morante Thomas

Me ahogaré en una pequeña playa conocida 
en una orilla que ya haya visitado previamente
Quiero sentirme en casa
saber que reconozco el lugar la arenilla
y el vaivén de las olas.

Me resulta irrelevante la costa
si es la Costa Brava la Balear o la Costa de la Luz
El agua hace su función en cualquiera de ellas
solo con diferentes ritmos.

Me importan más las bahías
no quiero un oleaje agitado
no quiero correr peligro
no otra tormenta
no otra destrucción inminente.

Quiero sentir la brisa mientras mis pies se dirigen
hacia el horizonte
Quiero que caiga el sol sobre mis hombros
Sentirme pesada
muy pesada
más pesada todavía.

Que el atardecer se desplome
cuidadosamente
sobre mis párpados cerrados
Que la sal acaricie mis pestañas perladas
cubiertas de lágrimas gotas de agua
Ahogarme sitibunda en el mar de los silencios
inundar definitivamente mi verborrea.

No quiero tener escapatoria
Quiero irme desaprendida
niña frágil especial y estúpida
casi siempre tuya.

Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«La dimensión», de Sofía Morante

de lavarse la cara frente al espejo
del incesante llanto frente al espejo
de retratarse frente al espejo
del rostro de hija muerta frente al espejo
de perder para siempre frente al espejo

Dime
¿es posible sentir rencor
hacia una misma?

Te invito a repartirnos
mi caso de emergencia

Dime la dimensión.

Sofía Morante Thomas
Otra conversación
Editorial Gato Encerrado

«Postulan los ideólogos…», de Jorge Riechmann

Postulan los ideólogos
de la clase dominante
que nada sucede ya como acontecimiento
sino como mera sucesión
de hechos sin significado

Wrongo mira en derredor
se tienta las menguadas carnes
no da crédito a lo que está oyendo

¿Acaso dar sentido a lo ocurrido
y lo no ocurrido
no es un trabajo de todos entre todos
igual ahora que hace diez mil años?

¿No podemos hallar sentido
porque en las nuevas circunstancias
nuestra vida carece de él

o más bien las nuevas circunstancias
son el pretexto para apearse
del trabajo sisífico de dar significado
a lo que nunca tuvo ningún sentido intrínseco
ni garantizado metafísicamente?

Jorge Riechmann
W – Rengo Wrongo seguido de Historias del señor W.
Editorial Gato Encerrado