Seguramente, si lo piensas, estos años no van a repetirse. Vivirás su carencia irremediable, se llenará de sombras tu mirada, te habitará el vacío y, con el tiempo, se destruirá tu imagen del espejo.
Y esperarás cansado, te aseguran, muchas tardes morir en tu ventana, buscando en la memoria ese tiempo feliz, siempre perdido, esa estación dorada que tuviste y que debe ser ésta, más o menos.
El sueño es un talismán. Lo toco. Hay una mujer que mastica cristales se los traga y no sangra. Los cristales del sueño no cortan, pero la vigilia es un estado de vértigo permanente donde las cosas suceden y pasan y ella permanece. Cuestión de velocidad, el miedo y su repetición: la posibilidad de caer, de circular en el curso de las cosas. Ahora soy yo quien lee del libro hasta que la enfermera decide que la iniquidad de la historia es nociva y vuelve a inyectar en la vena el antipático líquido.
Eli Tolaretxipi Ojo suelto. Antología de poesía Editorial Gato Encerrado
no veo nada más que el crepúsculo mutilado. me gustaría aventurarme con esperanza no solo por la supervivencia humana sino también por la supervivencia del pensamiento y la música y el arte y la pintura e incluso la historia de la humanidad, pero, sabes, es como un chivatazo que me dio una vez mi corredor de apuestas: no apuestes por ello. ahora lo veo todo convirtiéndose en beicon requemado van goghs tullidos mendigando calderilla a banqueros tullidos, todo yéndose al garete todos mendigando y descendiendo a la deriva por el paisaje retorcido hacia los valles el público condenado aullando:
el caso es que todo esto es lo que nos merecemos.
la oscuridad está vacía: la mayoría de nuestros héroes se han equivocado.
Charles Bukowski La noche desquiciada de pasos Visor
El miedo invisible del estrés, una suerte de búsqueda circular, que entonces llamé pereza, procrastinación, nada, pero que era amor, pena, desidia.
Si me vas a preguntar, te diré que sí, que hace mucho tiempo que mi vida es otra. Pero llegan días de estabilidad falsa y niebla, y los suicidas de la fuerza de la costumbre escriben poemas como este.
Esta noche, por lo que a mí respecta, bien podría saltar el mundo en mil pedazos. Por qué no. Y nosotros con él. Acabar. Echarle de una vez –y para siempre– el telón a este teatro, a esta absurda comedia. Al menos, tendría su razón de ser otra cerveza.
Sí. Cuando quiera yo la soltaré. Está presa aquí arriba, invisible. Yo la veo en su claro castillo de cristal, y la vigilan –cien mil lanzas– los rayos –cien mil rayos– del sol. Pero de noche, cerradas las ventanas para que no la vean –guiñadoras espías– las estrellas, la soltaré. (Apretar un botón.) Caerá toda de arriba a besarme, a envolverme de bendición, de claro, de amor, pura. En el cuarto ella y yo no más, amantes eternos, ella mi iluminadora musa dócil en contra de secretos en masa de la noche, –afuera– descifraremos formas leves, signos, perseguidos en mares de blancura por mí, por ella, artificial princesa, amada eléctrica.